En estos días pasados se podía leer en los periódicos noticias y explicaciones sobre “lo del acelerador de partículas ese”. Con dibujitos, en un lenguaje sencillo, con ejemplos de la vida cotidiana, con estrategias para conseguir que los lectores acostumbrados a cosas como la guerra de Irak o la crisis económica mundial, entendieran lo que estaban, y están, haciendo los científicos en los Alpes.
De todo lo que me he informado, lo único que he sacado en claro de estos conceptos tan abstractos es lo siguiente:
Primero, que estamos hechos de cositas muy pequeñas que se llaman “bucles de cuerdas” (Teoría de las Supercuerdas).
Segundo, que estas cuerdecillas vibran, oscilan y “bailan como un elástico de goma”.
Tercero, que con las cuerdas y su baile de salón el universo material es como es y no de otra forma.
Resumiendo: “La materia está compuesta por átomos, que se su vez están hechos de quarks y electrones. Según la teoría de cuerdas, todas estas partículas son en realidad diminutos bucles de cuerdas vibrantes.
El L.H.C. ha sido construido para llegar a ver lo que ocurre, ocurrió y ocurrirá en el universo, en un viaje al microcosmos de la materia que lo forma. Los científicos que allí trabajan estarán súper emocionados al ver como años de trabajo por fin dan su fruto. Cuando uno trabaja en algo y sabe que la recompensa llegara muy a largo plazo, siempre tiene la esperanza de que la suerte acelere los acontecimientos exponencialmente y el día de gloria llegue lo antes posible. Todos tenemos objetivos a largo plazo y queremos disfrutar de la felicidad del momento en el que se consiguen. En ese laboratorio, al pie de las montañas, muchas personas habrán llegado al microcosmos personal que todos llevamos dentro. Habrán descubierto con el trabajo que generan este tipo de experimentos, el límite de sus posibilidades, sus capacidades cognitivas, su resistencia mental y física, etc. Y como no las relaciones entre las personas, como un gran hermano “científico”.
Así pues, estamos ante la explicación científica de la materia. Y yo me pregunto: ¿Cómo se explica lo que no es materia? Y no me refiero con esto a la “antimateria”, al vacío. Quizás la respuesta nos venga al escuchar la majestuosa melodía, la maravillosa sinfonía que hace baliar a las cuerdecillas de la materia del universo. Sería como escucharnos a nosotros mismos en el silencio exterior. Apago la radio…
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