jueves, 22 de septiembre de 2011

De cuando tuve la gran proeza de subir el puerto del O Cebreiro en bicicleta.

O Cebreio, puerto de montaña y paso fronterizo entre la provincia de León y Lugo; Una cota de 1296 metros de altura, surcada por por las principales vías de comunicación que conectan Galicia con el resto de España. También el Camino Francés -Camino de Santiago- cruza estos páramos alpinos con dos vías; un pequeño caminito por el bosque y una carretera comarcal serpenteando la montaña.. Es por esa carretera de pronunciada pendiente y con muchísimas de curvas, por donde subí con mi bicicleta siguiendo la ruta Jacobea. Fue toda una hazaña. No sé cuántos kilómetros subiendo sin descanso con el plato pequeño y el piñón más grande. La bicicleta ya no me podía ayudar más, le faltaban piñones y platos para hacer mas cómoda la subida. -Un dos, un dos, papas y arroz...- me repetía una y otra vez en voz baja para dar ritmo a dos piernas que no entendían que hacían subiendo una montaña tan cansina, para luego bajarla... yo tampoco. Pero el reto es el reto y forma parte de una aventura con destino Santiago de Compostela. Pues nada, con mucho esfuerzo mental y físico llegué al pequeño poblado en el O Cebreio. Una vez más tuve la oportunidad de poner a prueba mis límites. Mi resistencia mental está mejor que nunca y, la física, los años se notan. El cuerpo ha envejecido ya no soporta los grandes retos de la misma manera que cuando tenía 25 años, ni mucho menos. Sin embargo, a la mente parece que se le escapa este pequeño detalle. El cerebro, al menos el mío sigue como si el tiempo no hubiera pasado. Cuando subía la cuesta del O Cebreiro mi mente no se cansaba de dar ordenes, de exigir, suplicar, dar animo a las pobres piernas. Si aparecía dolor, por ejemplo en las rodillas, mi cabeza daba ordenes de seguir mientras se puedan mover las articulaciones, mientras que los músculos se extiendan y contraigan, mientras haya sudor en el cuerpo para aliviar el calor... mientras todo funcione: no hay dolor. Después de experiencias de este tipo sólo te queda el recuerdo y una extraña sensación de haber estado “bien”, de querer repetir. Es sorprendente como realizamos actividades aun sabiendo el sufrimiento que reportan hacerlas; y todo por el bienestar que reporta el haberlas realizado. Mientras subía grabé un video con el teléfono móvil para dejar constancia de mi modesta proeza, tengamos también en cuenta que ya traía unos kilómetros en el cuerpo, pues me planté en el valle del Bierzo con mi bici y desde Sevilla, ni más ni menos. Se ve la niebla, las escarpadas montañas, los profundos valles, los bosques... y yo, montado en la bicicleta subiendo sin aire y ¡con una mano en el manillar! http://www.youtube.com/watch?v=eLklAFgzLAg Y tambien en la barra de videos, arriba a la derecha.

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