domingo, 27 de julio de 2014

Desde hace unos días, leo en los periódicos noticias sobre guerras en distintas partes del mundo: Gaza, Ucrania, Sudán. Es impresionante, la gente de esos lugares tienen que estar pasando verdaderas necesidades, calamidades como diría mi madre. Contaban mis abuelos que en la guerra civil española pasaban "muchas hambres", en plural, las guerras suelen durar un tiempo y se pasan muchas veces hambre, normal. En gaza por ejemplo: todos los días unas cuentas bombas aquí y allá. Para esas criaturas la vida tiene que ser una lotería, o algo más rápido: yo diría un bingo, o cantas bingo o te toca linea. Comer, dormir, la higiene personal, las relaciones personales, etc., que son necesidades primordiales para la vida de los seres humanos, tienen se tienen que hacer muy difíciles en esas condiciones, o casi imposibles. El miedo constante a la muerte o peor: a la muerte de un ser querido, de un padre, madre, hermano, hermana, de tal o cual edad. El terror que supone perder a toda tu familia o amistades de toda la vida, el infierno de vivir el resto de la vida con heridas psicológicas abiertas, incurables: el dolor, la rabia, la impotencia... En la guerra se pasa mucho y después, también. Es evidente que uno se pone de parte de las víctimas, que son los fuertes y repudia a los verdugos, los débiles, moralmente débiles.

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