viernes, 19 de febrero de 2010
"Información, ciencia, sabiduría"
“Información,ciencia, sabiduría".
El artículo “Información, ciencia, sabiduría”, motivo de este comentario, fue publicado en el diario El País en enero de 2004 y escrito por el Catedrático en Sociología, Universidad Complutense, Emilio Lamo de Espinosa.
Según el señor Lamo de Espinosa, vivimos en un mundo de información y de conocimientos crecientes, pero con la misma sabiduría de hace tres mil años, según sus propias palabras. En nuestra sociedad, la información crece exponencialmente y se produce conocimiento a un ritmo que la sabiduría no alcanza. Lo cual representa un problema según el autor.
La información son datos, nos dice lo que es y cómo es. El conocimiento es un saber que, a partir de la información –combinando inducción y deducción- nos dice lo que podemos hacer. Es un depósito de teorías y modelos del mundo. El conocimiento necesita información y lo importante es discriminar la información relevante. El conocimiento científico tiene límites: los valores, la ciencia se ha construido eliminando valores (“la muerte de Dios”). La sabiduría trata de enseñarnos a vivir y nos muestra, de entre todo lo que podemos hacer, lo que merece ser hecho, afirma De Espinosa. Más adelante, el autor plantea tres preguntas: ¿qué hay?; ¿qué puedo hacer?; ¿qué debo hacer? La primera responde a la información, la segunda al conocimiento y la tercera hace referencia a la sabiduría.
Según el autor, aunque el planteamiento anterior sobre la relación entre información, conocimiento y sabiduría parezca claro, encuentra un inconveniente: los distintos ritmos de desarrollo. La información crece enormemente cada trimestre y se produce conocimiento, a partir de la información, cada 15 años. Sin embargo la sabiduría de que disponemos no es hoy mucho mayor de la que tenían conocidos miembros del pensamiento clásico como Confucio, Sócrates, Buda o Jesús; afirma De Espinosa. Mientras que la ciencia ha construido su conocimiento sobre viejas teorías desmontadas y olvidadas, la sabiduría de nuestros viejos textos morales permanece como una estática y actual referencia. Y por si esto fuera poco la ciencia es considerada como la única forma de saber válido, cuando la ciencia ciertamente carece de sabiduría.
Una vez llegados a este punto, el señor De Espinosa, nos presenta la paradoja de que cada vez sabemos más qué podemos hacer, pero sabemos menos qué debemos hacer; y aclara, pues incluso la poca sabiduría que disponemos la menospreciamos. Lo cual nos lleva a una ciencia sin finalidad ni objetivo. Para aclarar el asunto, si cabe, el autor nos propone un ejemplo: sabemos que podemos clonar seres humanos pero, ¿cuándo y por qué es razonable hacerlo? Así pues, el problema, a modo de conclusión, es que no somos capaces de producir sabiduría, al menos al ritmo que producimos conocimiento.
El autor nos presenta tres conceptos que tienen una relación de dependencia o estar jerarquizados. En un principio tenemos la información en grandes cantidades y que precisa una criba, discriminar su relevancia. Con esa información se construye el conocimiento, pero éste a su vez, precisa de la sabiduría para saber qué debemos hacer con él. El problema planteado es que mientras el conocimiento científico se ha producido y se produce sobre anticuados viejos paradigmas, la sabiduría es hoy en día la misma que hace dos mil años.
En mi opinión, la sabiduría es una especie de conocimiento socialmente construido y compartido por todos pero a la vez propio de cada uno de nosotros. Cada persona, independientemente de su saber académico, construye su sabiduría en base a la recibida por sus antepasados y la cultura en la que se desarrolla y, motivada por sus experiencias. El saber académico, la ciencia, nos dice lo que podemos hacer y cómo hacerlo; luego, lo que realmente debemos hacer es cosa de la sabiduría. Parece ser, según De Espinosa, que seguimos los valores y propuestas morales de hace dos mil años y que poco han evolucionado. Da la impresión de que ha habido y hay demasiados científicos y pocos –bastante menos- sabios. Quizás el hombre se ha preocupado más de la tecnología que de los valores. Esto nos ha llevado a que en nuestros días tengamos la posibilidad de hacer cosas pero no sepamos si debemos hacerlas. Una parte de la ciencia dice que sí, si se puede hacer debe hacerse. Pero, ¿tiene la ciencia sabiduría para hacerlo?
Es evidente que desde que el hombre es hombre –y mujer también- el fin ha justificado los medios (Maquiavelismo). Creo que de seguir así seguiremos teniendo a Jesús, Buda y Confucio, entre otros, como la sabiduría de referencia. El problema a mi parecer, radica en la educación. “Estamos educando a tecnólogos y no a ciudadanos” (Punset E.) . Todos vivimos en el mismo mundo, nos desarrollamos con las mismas necesidades, y en nuestra lucha por la supervivencia producimos nuestra propia sabiduría que es a su vez compartida con nuestros contemporáneos y herencia cultural de nuestros antepasados.
La cuestión es que si somos capaces de producir tecnología, desarrollar un conocimiento científico, ¿por qué nos ha resultado tan difícil producir sabiduría en la misma proporción que conocimiento? La respuesta a mi parecer es que, nos hemos preocupado demasiado en crear herramientas que nos permita la subsistencia. Transmitimos a nuestros hijos el conocimiento y los educamos para que lo desarrollen y por otro lado les hacemos herederos de la sabiduría pero no les mostramos como producirla. Quizás porque nosotros mismos no sabemos cómo producir sabiduría.
El valor de la a una información desde el poder y la ciencia “politicamente correcta” son la nota predominante en nuestra sociedad. El poder es el que produce la información yu es el que da valor a una información más que a otra. La ciencia funciona con pruevas, ensayos y errores. La información es una forma de poder (Foucault M.). La ciencia es una forma de verdad universal. La sabiduría queda relegada a un plano subjetivo y ancestral dificil de cuestionar, y por lo tanto dificil de crear y producir.
El futuro de la sabiduría pasa por cuestionar cómo podemos producirla y utilizarla de forma eficaz. Ser capaces de saber ante cualquier problema qué debemos hacer.
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