lunes, 22 de febrero de 2010

Necesidades. El mercado de trabajo y de consumo.

Una visión de la sociedad occidental contemporánea. El valor y el signo.

De un fragmento del libro de Jean Baudrillard, "Crítica de la economía política del signo", de 1974. En éste, el autor profundiza en el concepto de “valor-signo” (signo y símbolo), el significado connotativo que tiene un objeto a parte del uso o valor económico en el mercado, opuesto al de “valor de uso” y “valor de cambio” propuesto por Karls Marx. Baudrillard estudió filología alemana en Francia y realizo traducciones de Marx entre otros autores clásicos. El libro es, en definitiva, un análisis del sistema capitalista, del comercio y mercado, así como de los modos de intercambio.

El tema del texto ronda alrededor de las necesidades humanas (primarias vs. Secundarias) y un análisis de la sociedad contemporánea de consumo. Para el autor no hay necesidades básicas o primarias – recordemos la “Pirámide de Abraham Maslow-, las necesidades son fruto del sistema, la sociedad de consumo, porque las crea el mismo sistema para su funcionamiento. En este orden de cosas, el autor nos habla de la libertad del trabajador –un elemento más del sistema- como una libertad condicionada. La libertad del trabajador es la de trabajar y la libertad del consumidor es consumir. Quienes están fuera del sistema de consumo, por las circunstancias que sea, están excluidos de la sociedad en un sentido más amplio. Tanto el trabajador como el consumidor se encuentran alineados en la sociedad de consumo y se podría decir que éstos como miembros de la sociedad están alineados en el tiempo del trabajo y en el tiempo de ocio.

Una de las ideas que se aprecian en el texto, son las tramas sociales que explican el excedente que provoca la creación de nuevas necesidades. Si en el sistema de producción algo sobra, se introduce en el mercado con un nuevo significado, una necesidad “social” que “coacciona” al consumidor, le incita a necesitar ese algo imperiosamente. Por otra parte, Baudrillard comenta el concepto de “mínimo vital antropológico”, o lo que es lo mismo, un necesidad funcional. Otra idea del autor es que hay alineación en el conjunto del consumo, desde las formas de consumo más simples a las más complejas. Lo que está relacionado con la tesis del autor en la que defiende a que no hay necesidades “básicas” en el sentido de la teoría de la pirámide de necesidades de Maslow. Es decir, las producciones y consumos no están orientados a satisfacer necesidades de tipo funcional. En este sentido se podría decir que el sistema está encaminado a producir carencias más que eliminarlas. Crea una serie de necesidades que han de ser satisfechas lo que origina, cuando esto último no es posible, una carencia. El autor explica que la carencia no es material sino significativa. Además, implica poder. Lo material es un reflejo simbólico de una posición de poder. La abundancia y el lujo son significativos en nuestra sociedad y se accede a ello a través del poder.

Como se puede observar, la tesis de Baudrillar (no hay necesidades básicas, son fruto del sistema…) se contrapone a teorías como la de la pirámide de Maslow, o planteamientos economicistas, para los que el ser humano vine al mundo para satisfacer las necesidades básicas o primarias: alimentación, sexo, afectividad, etc. Llegados a este punto podemos plantear: ¿qué es lo fundamental en el intercambio? Los vínculos que se establecen entre los elementos del sistema de la sociedad de consumo o el objeto de intercambio con unas connotaciones añadidas a su valor de uso y de comercio. El objeto acaba siendo lo fundamental según el planteamiento de Baudrillar. Lo social transciende al objeto y esté se convierte en algo más que un valor funcional y un precio en el mercado. Se convierte en un signo y un símbolo que responden o se ponen en relación a una necesidad más o menos “básica”. Un ejemplo de esto: según Néstor García Canclini
(“Laberintos de sentido”, Diferentes, desiguales y desconectados, Barcelona, Editorial Gedisa, 2004, pp. 30-34). Si consideramos un refrigerador, tiene un valor de uso (preservar los alimentos, enfriarlos) y un valor de cambio, un precio en el mercado, equivalente al de otros bienes o al costo de cierto trabajo. Además, el refrigerador tiene un valor signo, o sea el conjunto de connotaciones, de implicaciones simb6licas, que van asociadas a ese objeto. No es lo mismo un refrigerador importado que otro nacional, con diseño simple o sofisticado. Todos esos elementos significantes no contribuyen a que enfríe más o preserve mejor los alimentos, no tienen que ver con el valor de uso; si con el valor de cambio porque agregan otros valores que no son los de uso. Remiten a los valores signos asociados a este objeto. Esto es algo familiar para los que estamos habituados a ver mensajes publicitarios que trabajan precisamente sobre este nivel de la connotaci6n, que nos cuentan historias sobre los objetos poco relacionadas con sus usos prácticos.

Por otra parte este cúmulo o sobrante de necesidades se inserta o crea tramas sociales de significación en las que se ven inmersos los consumidores (compradores-trabajadores). La clasificación de Baudrillar de cuatro tipos de valor nos permite relacionar lo socioeconómico y lo cultural. El valor de uso y de cambio son socioeconómica; el valor de signo y símbolo corresponden con lo cultural (procesos de significación).

De modo que, el individuo se ve inmerso en una trama socioeconómica que le incita a satisfacer unas necesidades o darse cuenta de unas determinadas carencias que son el fruto de otra trama cultural, cargada de significación, que mueve “por inducción” la anterior. Y por supuesto es el trabajador-consumidor (uno en el tiempo laboral, el otro en el tiempo de ocio) es quien asimila, interioriza y naturaliza la “cultura de consumo”. Lo que provoca que la libertad de éste quede de algún modo anulada por el sistema o como dice el autor del texto coaccionada; Baudrillar al final del texto, nos habla de la coacción de necesidades, coacción de consumo. El individuo no está obligado pero sólo tiene libertad para consumir. El individuo elije un puesto de trabajo en función de sus “necesidades simbólicas” en una libertad dentro de un mercado de trabajo. En definitiva, dentro de un sistema socioeconómico y cultural que le da libertad coaccionada.

Desde el punto de vista de Baudrillar el individuo es un elemento en un doble sentido. Por un lado ejerce el papel de asalariado dentro de un mercado de trabajo pero sin tener la libertad de vender su fuerza de trabajo dentro del sistema capitalista. Por otro, es consumidor con libertad para consumir, pero para pocas cosas más. Esta perspectiva se identifica con los paradigmas surgidos a partir de los años sesenta que cuestionan el sistema capitalista, en cierta forma el socialista también, y llevan a posturas más radicales o antisistema. Es evidente que el sistema capitalista se basa en la economía de mercado y que la “creación de riqueza” dentro de una organización política democrática que busca la protección y el bienestar del individuo. Pero ese enriquecimiento no implica que no haya pobreza; la democracia tampoco que haya una seguridad y bienestar para todos. La cultura en la sociedad precapitalista se ha mantenido en unas tradiciones y estilos de vida, ha reciclado otras para “acoger” al sistema capitalista. La función que desempeña la cultura en nuestra sociedad de consumo (capitalista) parece más clara después de leer el fragmento de Baudrillar. A mi parecer, producir signos y símbolos, necesidades y/o carencias.


Referencias bibliográficas:


- Jean Baudrillard, "Crítica de la economía política del signo", de 1974.
- http://www.infoamerica.org/teoria/garcia_canclini1.htm.
- http://www.psicologia-online.com/ebooks/personalidad/maslow.htm.
- Néstor García Canclini. “Laberintos de sentido”, Diferentes, desiguales y desconectados, Barcelona, Editorial Gedisa, 2004, pp. 30-34.






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