sábado, 17 de septiembre de 2011

Libertad.

En este bendito mundo de reglas, donde moverse implica hacer caso a tantas y tantas señales de circulación, donde el movimiento de seres humanos está dirigido y regulado asta la saciedad... es difícil vagar en libertad, como hombres y mujeres libres. En Sevilla donde vivo, conducir un coche, una moto, una bicicleta, o incluso ir a pie, conlleva obediencia a multitud de reglas que regulan la circulación, el movimiento de personas. Sales a la calle y todo el mundo de mueve, todos van a algún lado: a trabajar, a un bar donde han quedado para tomar algo, al médico, al museo, a la tienda móviles a cambiar de celular, al gimnasio, a pasear, a ninguna parte... A veces me entran ganas de decir: "¡Estase todos quietos, copón!" Pero me lo guardo para mis adentros. En la calle reglada y señalizada hasta los topes, la linea recta no existe; siendo ésta la forma más sensata de ir del punto A al punto B. Vas andando y vas por donde te dejan y no por donde quieres. Todos los días voy al trabajo en bicicleta. Esta actividad aparentemente rutinaria y simplona me reporta una multitud de experiencias que obitan al rededor de la LIBERTAD. Esa libertad en mayúsculas a la que me refiero es la del ser que se siente libre, hay otra forma de libertad, por el contrario, fingida: que te dicen que eres libre y tu te lo crees y punto. La sensación de ser libre está presente en todo momento, me puedo saltar un semáforo y no pasa nada (con precaución claro); puedo perder los papeles y soltarme de mano; cantar en voz alta; esprintar y competir con los demás ciclista; puedo, ir haciendo eses, hacer el caballito; etc. Muchas cosas que con una moto o un coche o podría hacer porque las reglas de circulación no me lo permiten, por el bien del resto de la ciudadanía claro está. Voy al trabajo en bici, voy al cine, a la biblioteca, a tomar cerveza, al parque, a hacer deporte, incluso a ninguna parte. Por cierto, ir a ninguna parte es muy saludable, no sabes donde vas, por lo tanto no te preocupa cuando vas a llegar, si llegas tarde, etc; todas esas cosas que te estresan y agobian; cosas que junto con las reglas no te permiten tener experiencias de libertad. La libertad a veces es como la felicidad: pequeñas experiencias que después de ser vividas se quedan en el recuerdo para siempre. Cuando voy en bicicleta, al trabajo o a donde sea, o a ninguna parte, da la sensación de ir sólo, en tu bici incomunicado de los demás seres que van por la ciudad moviéndose de un lugar a otro; pero en realidad se produce la comunicación, con un lenguaje especial, con unos códigos distintos: miradas, gestos, maniobras, etc. La distancia con los demás transeúntes cuando vas montado en bicicletas se vuelve ínfima cuando se produce cierta comunicación espontanea y , ya que hablamos de libertad, libre. Un día cualquiera, vas por el carril bici a toda velocidad porque llegas tarde al trabajo. Pasas a otro ciclista que va más lento y de pronto ves como éste se pica y acelera -sin tener por qué- y te adelanta a toda velocidad. Además te mira con cara de adversario, lo que quiere decir que entramos en competición. Yo pongo cara de sprinter y lo vuelvo a pasar - ¡Hay te quedas colega! !Amigo,No soy de los que se dejan intimidar por las habilidades y destrezas del competidor, al contrario. pues las mías no tienen nada que envidiar a las tuyas!- Se trata de un dialogo sordo, mental. Supongo que el adversario pensará algo parecido. Pues nada, plato grande, piñón pequeño, a toda velocidad. El viento te pega en la cara, las piernas se mueven sin descanso y el cuerpo adopta una figura aerodinámicas parodia de los ciclistas de élite. Cuando miro hacia atras veo a mi competidor haciendo todo lo posible para expresar la idea de que en ningún momento intentó competir conmigo y que cualquier cosa que haya hecho que pudiera parecer lo contrario era casualidad y; que yo me había montado la película; me otorga el premio más absurdo: el haber tenido la ilusión de competir. Por supuesto, son estrategias que tienen algunos y algunas para salir al paso cuando la derrota es inminente. Me sentí como Don Quijote ante los molinos de viento. Estas cosas suelen suceder muy a menudo cuando monto en bicicleta, son las experiencias de libertad de las que hablo. Muchas veces recuerdo estar parado en un semáforo dentro de un coche sin poder ser libre, como sardina enlatada. La sardina era yo y la lata las reglas.

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